giselleblog

martes, febrero 07, 2006


Reflexiones nada nuevas sobre un tema de siempre
A propósito del día del amor

Las experiencias enseñan dicen. En ningún campo es esto menos cierto que en las relaciones de pareja. Si lo fuera no caeríamos una y otra vez en el mismo torbellino de sentimientos, arrastrados por una mezcla de incremento de autoestima, hormonas y una torre de ilusiones.

Tal vez las mujeres somos más propensas a sufrir de estos ataques que nos impelen a construir castillos de arena instantáneos. Basta que ese chico en la ultima fiesta nos haya prestado especial atención, para que empecemos a probar que tal calzan nuestros apellidos y escuchemos como música de fondo el Danubio Azul de Strauss.

No importa que tan mala haya resultado la relación anterior. No importan las lágrimas y el “nunca más” con que dimos punto final a la historia. El próximo par de ojos bonitos nos pondrá a soñar de la misma forma.

¿Por qué persistimos en dar rienda suelta a estas emociones? ¿Por qué sigue siendo el alter ego tan necesario aún en esta época en que la autosatisfacción en forma de carrera profesional, bienes y consumismo en general parecen ser la norma?

En una película de Barbra Streisand, “El espejo tiene dos caras”, se formula esta pregunta, que la directora misma contesta: “porque mientras dura nos sentimos terriblemente bien”. Y en realidad sus palabras exactas fueron “fucking good”...

El ser humano no puede vivir sin ilusiones y la prueba de que aún conserva su calidad de humano, radica precisamente en que la mayor ilusión sigue siendo el ser amado y no el último modelo de Ferrari o la ultima cartera de Pravda; o aún la presidencia de una corporación. La más importante de las reuniones pasa a segundo plano cuando tenemos en la cabeza un nombre que nos hace latir las sienes. Las rodillas más firmes se vuelven mantequilla a la vista o aun al sonido de su voz.

Compramos cosas porque deseamos vernos bien, sentirnos bien. Nos arreglamos y lucimos lo mejor posible todo el tiempo porque tal vez a la vuelta de la esquina nos encontremos con ese alguien especial. El caballero de reluciente armadura en su caballo blanco que aparecerá sin que lo busquemos siquiera.

“Era la cita perfecta, como solo ocurre precisamente cuando no es una cita”, escuché en uno de los capítulos de una serie de moda. La detección de un espécimen interesante en una situación inesperada dispara nuestra coquetería natural aunque su carácter de inesperado mantiene las cosas, al menos en nuestra mente, al nivel de un encuentro sin consecuencias que nos deja ser nosotros mismos. Aunque de todos modos comience a sonar el vals de Strauss, solo por si acaso...

lunes, febrero 06, 2006


El primer proyecto informático de la historia

Signos y pinturas que recubren las paredes de una tumba a las afueras de la ciudad de Ur, en un emplazamiento conocido como “Akaseakabaur”, han permitido a los investigadores descubrir el primer proyecto informático de la historia.

El lenguaje, a medias cuneiforme y a medias derechiforme, ha sido recientemente descifrado y denominado como “Arga”, que en el lenguaje actual de la zona significa “lenguaje a medias cuneiforme y a medias derechiforme en la pared de la tumba de Akaseakabaur”.

Akaseakabaur era una aldea agrícola que surtía a los pobladores de las provincias vecinas. Pero a mediados del siglo, las colectividades agrícolas habían proliferado y fomentado la aparición de grupos de pobladores cada vez más exigentes por su dinero. De hecho su ultimo producto había sido bautizado por el pueblo vecino como “Agg”, en argarés, “esa basura incomible”.

Problemas al interior de la colectividad empeoraban las cosas. El “Heztafa” o jefe vendedor, se quejaba de que no podía vender porque el “Nuaynada” o jefe de almacén, no podía surtirlo a tiempo. El Nuaynada acusaba al “Keazco” o jefe de producción de no tener los productos fabricados a tiempo y este último al “Kekaro” o jefe de logística de no proveerlo de los insumos necesarios.

El “Aorakeago” o gobernador de la provincia, hizo venir a su presencia a un grupo de extranjeros que se hacían llamar los “Yozekeazer”, que ofrecían una solución a todos sus problemas y que habían trabajado ya con aldeas vecinas. El Aorakeago contó a los extranjeros de los problemas de la aldea y éstos, liderados a su vez por su propio Heztafa, le propusieron imponer un nuevo sistema de trabajo.

El nuevo sistema consistía en implementar un sistema de información para que cada área de la colectividad sepa lo que pasaba en otras áreas. Así, cada área contaría con dos “Yuzers”, extrañamente la misma palabra agaresa que denota “alcornoque”, que se encargarían de recopilar los datos del día y enviarlos al “Jaiyuzer”, o “gran alcornoque”, así como recibir los de otras áreas. El Jaiyuzer era el encargado de reunir, analizar y repartir esta información a los jefes de área. Toda esta información era repartida en sus diferentes direcciones por medio de papiros que circulaban por una soga que recorría toda la población. Esto era denominado por los Yozekeazer como “Henredo” o “información en línea”.

Keazko fue nombrado responsable del éxito del proyecto, otorgándosele además el título de Jefus, una palabra que curiosamente se deriva de la palabra argaresa para denotar “chivo expiatorio”. El proyecto se inició con una gran asamblea en el ágora, en la cual los jefes de cada área expusieron sus demandas. Después de atender a los heridos, la asamblea culminó en un “Kezeaze“ o “acuerdo de expectativas”.

El proyecto no estuvo exento de problemas. Los trabajadores no asignados al proyecto se quejaban de que los Yuzers debían abandonar sus tareas usuales con lo cual llenaban de trabajo a otros. Los Yuzers se quejaban de que lo que obtenían del nuevo sistema no era lo que necesitaban, los jefes de área se empeñaban en cambiar a cada instante lo comprometido en el Kezeaze y el Jaiyuzer de que necesitaba una mesa más grande donde reunir toda la información y analizarla, así como cuerdas más fuertes pues los aldeanos las rompían frecuentemente en sus tropiezos. Y es que en general toda la colectividad se quejaba de andarse tropezando con el Henredo de información.

A esta altura la historia y la mitología se unen pues cuenta el mural que los trabajadores, hartos por el exceso de trabajo y por no haber logrado sus objetivos en lo que iba del proyecto impulsaron al Keazco a obligar a Aorakeago a expulsar a los Yozekeazer. Aorakeago, con prudencia y pensando en el tiempo y dinero invertidos, impelió a los Yozekeazer a probar los resultados y beneficios obtenidos y demostrar que las quejas de la colectividad era infundadas.

Todo el pueblo estuvo presente, cuenta el mural, en el momento que los Yozekeazer invocaron a sus dioses, quienes aparecieron suspendidos en nubes y tras anunciar en voz tan potente como sobrenatural que la ignorancia de la colectividad no les dejaba reconocer que la forma de trabajo actual correspondía a las “Hazidigoyo” o “mejores prácticas”, hicieron elevarse por los aires al Keazco y blandiendo enormes espadas lo partieron en mil pedazos que al caer a la tierra formaron lo que hoy se conoce como... un charco de sangre.

Tras este episodio y convencidos por los dioses de la calidad del trabajo de los Yozekeazer, Aorakeago nombró un nuevo Keazco y el proyecto se reanudó para culminar exitosamente algunos meses más tarde. La alta productividad que alcanzó Akazeakabaur en los años posteriores despertó la admiración de pueblos vecinos y más alejados, lo cual derivó posteriormente en una invasión armada y sometimiento a la esclavitud de toda su población. Pero esa ya es otra historia.