Tratando de adelantarme a la parca
Hace 10 años la parca me tocó la puerta un día en forma de un cáncer de colon. A mis 25 años, casi 26, era un ente mayormente depresivo que vivía pensando en si mismo y en lo terrible e injusta que era la vida. Mi adolescencia se alargó bastante y mi estupidez también.
Casi sin darme cuenta me vi arrastrada a operación, quimioterapia, controles, exámenes, miles de horas en centros médicos, clínicas, hospitales. Arrastrada por padres, tíos, abuelos a sacerdotes, misas, a los que iba con la sensación de estar cometiendo un robo, sensible a medias, tratando desesperadamente de dar con la médula de la fe o al menos de parecerlo.
Un año después todo iba bien, dos años después también, cinco también. Definitivamente mis pensamientos tomaron otro rumbo y dejé de estar tan metida en mi misma, pero tampoco demasiado. Y entonces un primo mío, tal vez el mejor de la rama murió de lo mismo (tengo que aclarar que este es un cancer hereditario extendido en la familia de mi mamá), y eso si fue un shock. Era un primo hecho a punta de esfuerzo, con una bonita familia, un hermoso niño de un año apenas, un gran puesto ganado a pulso.
Yo no tenía nada que ofrecer al mundo más que mis quejas. El lo había hecho todo. Era una de esas cosas del destino o alguien se equivocó en quien debía vivir. Fue difícil tragar esa píldora.
Tiempo después mi vida di un vuelco más y me fui a vivir sola a otro país. La euforia del sentirse libre y la parte down del sentirse sola iban intercalándose. Hasta que llegó él. El que no pensé que llegaría. Y tras él dos hermosos niños cuya concepción y buen resultado tras el año de quimioterapia y otros varios problemas ginecológicos siguen siendo un misterio para varios médicos.
Y la parca me viene a tocar otra vez… En otra etapa y con otras prioridades en mente, esta vez nadie tuvo que arrastrarme a buscar desesperadamente como deshacerme de esta maldita herencia. Me fui al contraataque con todo y con un excelente y agresivo médico de mi lado sacamos todos los órganos posibles y factibles de enfermarse de momento.
Teniendo en mente a mi familia no fue difícil decisión. Como pensar en no estar presente en la boda de mi niña o en la graduación de mi niño. Como pensar en no celebrar mis bodas de plata con el hombre que amo. Imposible. Imposible, me repetía en la sala de recuperación en los segundos de lucidez intermitentes de la post operación, cuando despertaba con la alarma del monitor anunciando que mi presión se bajaba del mínimo. Afortunadamente la anestesia no me dejaba asustarme lo suficiente. Imposible, me repetía los días subsiguientes tratando de desenredar la tubería colgandome del brazo. Imposible, seguía pensando para aguantar las náuseas imparables de tanta medicina revuelta. Imposible, repetía hasta la locura para soportar el dolor lacerante de estornudar.
Y pasó, y volví, y tuve el placer indecible de ver la carita estallando de felicidad de mis niños al verme de nuevo. Abrazar a mi esposo y quedarnos asi por horas.
Por supuesto esto no ha terminado y la espada de damocles sigue y seguirá sobre mi cabeza esperando atacar. En un años, dos, cinco, diez, quien sabe, un maldito gen dará la maldita orden y todo empezará de nuevo y tendré suerte si esa vez es un pedazo que se pueda quitar y lo descubro a tiempo.
Resignación, plan de dios? Give me a break como dicen los gringos… me va mejor pensando que fue una terrible mala pata, como otros heredan sindromes de down, malformaciones y tantas cosas que pueden salir mal. Un problema de estadísticas que lamentablemente afecta a casi toda la familia y afectará a mis descendientes. Al menos puedo hacer lo posible por adelantarme y mantenerme en el planeta.
Por ellos, por esos dos bichitos sonrientes y ese gran oso meloso.
Hace 10 años la parca me tocó la puerta un día en forma de un cáncer de colon. A mis 25 años, casi 26, era un ente mayormente depresivo que vivía pensando en si mismo y en lo terrible e injusta que era la vida. Mi adolescencia se alargó bastante y mi estupidez también.
Casi sin darme cuenta me vi arrastrada a operación, quimioterapia, controles, exámenes, miles de horas en centros médicos, clínicas, hospitales. Arrastrada por padres, tíos, abuelos a sacerdotes, misas, a los que iba con la sensación de estar cometiendo un robo, sensible a medias, tratando desesperadamente de dar con la médula de la fe o al menos de parecerlo.
Un año después todo iba bien, dos años después también, cinco también. Definitivamente mis pensamientos tomaron otro rumbo y dejé de estar tan metida en mi misma, pero tampoco demasiado. Y entonces un primo mío, tal vez el mejor de la rama murió de lo mismo (tengo que aclarar que este es un cancer hereditario extendido en la familia de mi mamá), y eso si fue un shock. Era un primo hecho a punta de esfuerzo, con una bonita familia, un hermoso niño de un año apenas, un gran puesto ganado a pulso.
Yo no tenía nada que ofrecer al mundo más que mis quejas. El lo había hecho todo. Era una de esas cosas del destino o alguien se equivocó en quien debía vivir. Fue difícil tragar esa píldora.
Tiempo después mi vida di un vuelco más y me fui a vivir sola a otro país. La euforia del sentirse libre y la parte down del sentirse sola iban intercalándose. Hasta que llegó él. El que no pensé que llegaría. Y tras él dos hermosos niños cuya concepción y buen resultado tras el año de quimioterapia y otros varios problemas ginecológicos siguen siendo un misterio para varios médicos.
Y la parca me viene a tocar otra vez… En otra etapa y con otras prioridades en mente, esta vez nadie tuvo que arrastrarme a buscar desesperadamente como deshacerme de esta maldita herencia. Me fui al contraataque con todo y con un excelente y agresivo médico de mi lado sacamos todos los órganos posibles y factibles de enfermarse de momento.
Teniendo en mente a mi familia no fue difícil decisión. Como pensar en no estar presente en la boda de mi niña o en la graduación de mi niño. Como pensar en no celebrar mis bodas de plata con el hombre que amo. Imposible. Imposible, me repetía en la sala de recuperación en los segundos de lucidez intermitentes de la post operación, cuando despertaba con la alarma del monitor anunciando que mi presión se bajaba del mínimo. Afortunadamente la anestesia no me dejaba asustarme lo suficiente. Imposible, me repetía los días subsiguientes tratando de desenredar la tubería colgandome del brazo. Imposible, seguía pensando para aguantar las náuseas imparables de tanta medicina revuelta. Imposible, repetía hasta la locura para soportar el dolor lacerante de estornudar.
Y pasó, y volví, y tuve el placer indecible de ver la carita estallando de felicidad de mis niños al verme de nuevo. Abrazar a mi esposo y quedarnos asi por horas.
Por supuesto esto no ha terminado y la espada de damocles sigue y seguirá sobre mi cabeza esperando atacar. En un años, dos, cinco, diez, quien sabe, un maldito gen dará la maldita orden y todo empezará de nuevo y tendré suerte si esa vez es un pedazo que se pueda quitar y lo descubro a tiempo.
Resignación, plan de dios? Give me a break como dicen los gringos… me va mejor pensando que fue una terrible mala pata, como otros heredan sindromes de down, malformaciones y tantas cosas que pueden salir mal. Un problema de estadísticas que lamentablemente afecta a casi toda la familia y afectará a mis descendientes. Al menos puedo hacer lo posible por adelantarme y mantenerme en el planeta.
Por ellos, por esos dos bichitos sonrientes y ese gran oso meloso.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home