El primer proyecto informático de la historia
Signos y pinturas que recubren las paredes de una tumba a las afueras de la ciudad de Ur, en un emplazamiento conocido como “Akaseakabaur”, han permitido a los investigadores descubrir el primer proyecto informático de la historia.
El lenguaje, a medias cuneiforme y a medias derechiforme, ha sido recientemente descifrado y denominado como “Arga”, que en el lenguaje actual de la zona significa “lenguaje a medias cuneiforme y a medias derechiforme en la pared de la tumba de Akaseakabaur”.
Akaseakabaur era una aldea agrícola que surtía a los pobladores de las provincias vecinas. Pero a mediados del siglo, las colectividades agrícolas habían proliferado y fomentado la aparición de grupos de pobladores cada vez más exigentes por su dinero. De hecho su ultimo producto había sido bautizado por el pueblo vecino como “Agg”, en argarés, “esa basura incomible”.
Problemas al interior de la colectividad empeoraban las cosas. El “Heztafa” o jefe vendedor, se quejaba de que no podía vender porque el “Nuaynada” o jefe de almacén, no podía surtirlo a tiempo. El Nuaynada acusaba al “Keazco” o jefe de producción de no tener los productos fabricados a tiempo y este último al “Kekaro” o jefe de logística de no proveerlo de los insumos necesarios.
El “Aorakeago” o gobernador de la provincia, hizo venir a su presencia a un grupo de extranjeros que se hacían llamar los “Yozekeazer”, que ofrecían una solución a todos sus problemas y que habían trabajado ya con aldeas vecinas. El Aorakeago contó a los extranjeros de los problemas de la aldea y éstos, liderados a su vez por su propio Heztafa, le propusieron imponer un nuevo sistema de trabajo.
El nuevo sistema consistía en implementar un sistema de información para que cada área de la colectividad sepa lo que pasaba en otras áreas. Así, cada área contaría con dos “Yuzers”, extrañamente la misma palabra agaresa que denota “alcornoque”, que se encargarían de recopilar los datos del día y enviarlos al “Jaiyuzer”, o “gran alcornoque”, así como recibir los de otras áreas. El Jaiyuzer era el encargado de reunir, analizar y repartir esta información a los jefes de área. Toda esta información era repartida en sus diferentes direcciones por medio de papiros que circulaban por una soga que recorría toda la población. Esto era denominado por los Yozekeazer como “Henredo” o “información en línea”.
Keazko fue nombrado responsable del éxito del proyecto, otorgándosele además el título de Jefus, una palabra que curiosamente se deriva de la palabra argaresa para denotar “chivo expiatorio”. El proyecto se inició con una gran asamblea en el ágora, en la cual los jefes de cada área expusieron sus demandas. Después de atender a los heridos, la asamblea culminó en un “Kezeaze“ o “acuerdo de expectativas”.
El proyecto no estuvo exento de problemas. Los trabajadores no asignados al proyecto se quejaban de que los Yuzers debían abandonar sus tareas usuales con lo cual llenaban de trabajo a otros. Los Yuzers se quejaban de que lo que obtenían del nuevo sistema no era lo que necesitaban, los jefes de área se empeñaban en cambiar a cada instante lo comprometido en el Kezeaze y el Jaiyuzer de que necesitaba una mesa más grande donde reunir toda la información y analizarla, así como cuerdas más fuertes pues los aldeanos las rompían frecuentemente en sus tropiezos. Y es que en general toda la colectividad se quejaba de andarse tropezando con el Henredo de información.
A esta altura la historia y la mitología se unen pues cuenta el mural que los trabajadores, hartos por el exceso de trabajo y por no haber logrado sus objetivos en lo que iba del proyecto impulsaron al Keazco a obligar a Aorakeago a expulsar a los Yozekeazer. Aorakeago, con prudencia y pensando en el tiempo y dinero invertidos, impelió a los Yozekeazer a probar los resultados y beneficios obtenidos y demostrar que las quejas de la colectividad era infundadas.
Todo el pueblo estuvo presente, cuenta el mural, en el momento que los Yozekeazer invocaron a sus dioses, quienes aparecieron suspendidos en nubes y tras anunciar en voz tan potente como sobrenatural que la ignorancia de la colectividad no les dejaba reconocer que la forma de trabajo actual correspondía a las “Hazidigoyo” o “mejores prácticas”, hicieron elevarse por los aires al Keazco y blandiendo enormes espadas lo partieron en mil pedazos que al caer a la tierra formaron lo que hoy se conoce como... un charco de sangre.
Tras este episodio y convencidos por los dioses de la calidad del trabajo de los Yozekeazer, Aorakeago nombró un nuevo Keazco y el proyecto se reanudó para culminar exitosamente algunos meses más tarde. La alta productividad que alcanzó Akazeakabaur en los años posteriores despertó la admiración de pueblos vecinos y más alejados, lo cual derivó posteriormente en una invasión armada y sometimiento a la esclavitud de toda su población. Pero esa ya es otra historia.
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