A propósito del fenomeno princesas
Hace poco fui con mi hija menor a ver la Encantada, una valga la redundancia, encantadora película de Disney donde la princesa del cuento es enviada por la bruja mala (obvio, por quien mas) al mundo real antes de que pueda concretar su sueño de casarse con el principe azul.
Salí flotando en las nubes del cine, mi hija tambien por supuesto y si le suman a eso que la princesa se llamaba como yo pues no cabía en su pecho de gusto.
Hasta entonces me había resistido heroicamente a que el “princesismo” arrasara con mi casa. Por supuesto que mi peque tiene juguetes de princesas, pero nada de decoración, disfraces, etc. De hecho fue la unica niña en todas las fiestas del año pasado que no se apareció vestida de alguna de las consabidas princesas.
Pero considerando mi arrobamiento inicial con la película me puse a pensar en este fenómeno que tiene embobadas a todas las niñas del mundo entre 2 y 10 años (en realidad no se de donde a donde, pero se me ocurrió que era un buen número). Disney no se hizo rico pensando solo en los dibujitos, por supuesto hay toda una maquinaria detrás que incluye hábiles sicólogos.
¿Por qué ha generado tanto fanatismo ahora un grupo de películas que empezaron hace 50 años? Blanca Nieves cumplió ya 50, la Bella Durmiente y Cenicienta van por ahí. Las más nuevas Sirenita y la Bella y la Bestia deben tener igualmente más de 10 años…
El otro día de compras con una amiga saltó la respuesta. ¿Quién compra todos estos artículos? ¿Quién es la más emocionada en conseguir el último juguete, el vestido más lindo? ¿Quién es la que en lugar de pasarse la tarde en la sección de moda femenina termina en la de niñas? Pues la mamá, la que era una niñita en la época en que estas películas se estrenaban (en su segundo reestreno claro, no somos tan viejas), las que escuchamos los cuentos de boca de nuestras mamás que fueron las espectadoras originales de los estrenos.
Mirado así este fenómeno ataca por dos frentes, a la niñita de hoy que ve maravillada a esta princesa envuelta en tules bailando con su principe azul y a la princesita que late dentro de cada una de nosotras, la que tuvo ya su propia historia de amor y se quedó con su principe (aunque siga esperando a punta de besos que se convierta en principe de verdad…).
Adicionalmente a envidiarle eso de salir cantando por la ventana y que todos los animales del mundo vayan a hacerle toda la tarea claro.
Al salir ese día del cine me di cuenta que mi princesita aún sigue ahí adentro, soñando, no con otro principe claro, sino con que la historia continúe así, bailando siempre el vals, con el vestido vaporoso y la música de fondo, de preferencia “esto es amor” de la Cenicienta.
Y por supuesto que para la próxima fiesta de disfraces mi peque cumplirá su anhelado sueño de vestirse de tules… hasta que el calor la mate y me pida que la cambie claro.
3 Comments:
Bienvenida a nuestra hermosa sociedad de consumo... lo importante es que gracias a tu nena has liberado a la clienta potencial que traes dentro... y ahora que puedes "administrar" tu dinero... puedes comprara tooodos los pedacitos de sueño que puedas :P
Puaj, odio las princesas. Creo que ni cuando era niña me gustaban, aunque tendría que ponerme en el lugar de las que tienen hijas, de repente a mí también me agarraría la chochera por vestirlas de tules.
Sólo espero que cuando mi hijita tenga dos años ya hayan pasado la fiebre principezca y se haya puesto de moda algún bicho más simpático.
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